28 de abril de 2009

El rol social de las universidades

- Origen de la universidad

Desde los inicios de la humanidad, el proceso de enseñanza ha ido evolucionando en una gran variedad de formas manteniendo sin embargo una constante, un grupo de profesores y un grupo de alumnos, ejes rectores de cualquier proceso de enseñanza-aprendizaje. Esta dualidad de personas, representan una de las características mas importantes de cualquier cuerpo colegiado agrupado en la búsqueda del conocimiento, la transmisión del mismo.

De esta dualidad existente, surge una de las definiciones más antiguas de la universidad, universitas scholarum, corporación de profesores y alumnos que son el centro de este cuerpo colegiado, ubicado en cualquier lugar en determinados momentos, ya que el concepto era válido para las personas y no para los edificios en donde se impartía el conocimiento, Ubi scholastici ibi Universitas, se decía entonces.

El desarrollo de las universidades, por lo menos en el mundo occidental, se vió intimamente ligado a la Iglesia Católica, cuya influencia se extendió hasta el grado de determinar su estructura y jerarquía. En un principio bajo la autoridad del obispo de la ciudad en la que se impartieran las clases en donde los maestros inclusive tomaban las órdenes menores, controlando con ello a quienes impartian los cursos y los contenidos de los mismos.

Este proceso continuo hasta el siglo XIII cuando el control de esas universidades fue absorbido por los papas, separándolas de las mismas ciudades en donde se encontraban radicadas con dos herramientas básicas, al retirar la licentia docendi de manos de los obispos e impartirlas ellos, controlando con ello la autorización de la enseñanza y al convertirla posteriormente en la licentia ubique docendi, autorizando con ello a esos profesores a impartir su conocimiento en cualquier parte de la europa cristiana, haciendo con ello trascender inclusive a las universidades más allá de las fronteras nacionales.

El siguiente gran paso en la conformación de la universidad, fue la creación de los colegios, cuya función inicial era la de acoger a estudiantes de bajos recursos bajo un mismo techo, dándoles con ello seguridad y hogar necesarios para dedicarse a sus estudios. Estos colegios mayores, cuyo representante más importante es el que fue fundado por el cardenal Sorbone, llegaron al grado de ser las piezas fundamentales en la conformación de las universidades e inclusive, en el caso de París, a darle su nombre.

- El modelo francés de la universidad

El modelo medieval de la universidad en europa prevaleció hasta la llegada de Napoleón Bonaparte al poder en Francia y la gran reestructuración realizada por su gobierno en el modelo de enseñanza y modelo universitario a seguir en ese país. Quizá el cambio más importante y trascendental en este modelo fue la reorganización de las universidades para depender ahora del estado, perdiendo con ello su autonomía tradicional y sometiendo con esto a los contenidos de la enseñanza a las necesidades específicas de la socidedad y su modelo económico. Este modelo universitario provocó un gran malestar al inicio de su implementación al derogar muchas de las prerrogativas con las que contaban las universidades para su manejo y contenidos, amén de retirar a la Iglesia del papel tan preponderante que tenía en la educación.

El nacimiento de las facultades, entidades especializadas en la enseñanza del saber hacer, le dio cabida al profesor, cuya especialidad era la de la enseñanza de una profesión en particular dejando de lado la tradicional actividad del maestro (magistri) el cual se había distinguido por su orientación al pensar, a la investigación. Para ellos fueron creadas nuevas entidades en donde su actividad podía ser desarrollada sin ser necesariamente una de ellas la docencia.

Esta orientación de la actividad de la universidad colocó en primer término de su hacer las exigencias de un modelo económico imperial, buscando con ello que quienes egresaban de sus aulas pudieran realizar aportaciones directas e importantes a la sociedad francesa, cuyo requerimiento de expansión económico lo demandaban de manera imperiosa.

Este nuevo modelo que rompía con el tradicional aspecto académico hasta esa fecha heredado desde el medievo, en donde el saber y el pensar eran la actividad principal de las universidades en sus claustros, se convirtió en el motor que impulsó a los ahora llamados países industrializados en la generación de la infraestructura que les permitió liderear los avances técnicos de las naciones a partir del siglo XVIII, y la relación de las universidades con el entorno social, aún cuando fuera a la élite económica de cada una de ellas, permitió la creación gradual y constante de una cada vez mayor población educada técnicamente que desarrollaba un proceso culturizante sin par.

- Situación actual de la universidad en México

Nuestro país no está exento de los vaivenes que han impactado a las universidades durante su existencia, y aún cuando México no tiene la misma historia y tiempos que en europa, si podemos considerar que en nuestro país, la UNAM sirve de modelo para la mayoría de las universidades tanto privadas como públicas en la actualidad.

El modelo de facultades, reabierto en nuestro país desde 1910, fecha de la fundación de la Universidad Nacional de México, a sido el seguido por la gran mayoría de instituciones de educación superior públicas en nuestro país dando con ello seguimiento al modelo napoleónico de la universidad, siendo esta autónoma en el otorgamiento de sus grados académicos y su gobierno interno, con pequeñas diferencias entre ellas, sin embargo la en un principio fuerte influencia del goberno ya sea estatal o federal en su manejo, no puede ocultarse aún cuando en la actualidad esta influencia varía de estado a estado dependiendo del tamaño de la universidad y su importancia dentro de la vida social del estado. Sus centros de investigación se han apoyado con diferentes instancias tanto estatales como federales en la elaboración de proyectos tanto de carácter social como privado generando con ello beneficios directos a la base social de nuestro país. Sin embargo, el crecimiento desmedido de la UNAM, como de algunas otras universidades públicas en diferentes partes de nuestro país trajo consigo un paulatino relajamiento de esta relación en los procesos tanto de educación como de investigación. El primero al querer convertir el estudio académico en un derecho per se, independientemente de la capacidad académica e intelectual de los estudiantes y por lo tanto en la masificación de la educación superior resultando en una burocracia universitaria que en algunos casos ha resultado más interesada en la conservación del statu quo existente en ella, y el segundo al aumentar las demandas de investigación de profesores que no tenían mayor mérito académico que el de haber ascendido en el escalafón universitario por medio de prebendas sindicales. Esto trajo consigo un divorcio entre la universidad y la sociedad al dejar esta de generar conocimiento que pudiera ser utilizado por ella y dedicarse tanto alumnos como profesores al activismo social en detrimiento del conocimiento y su aplicación. En el presente, existe una incipiente inquietud social de exigir una mayor fiscalización de los recursos entregados a las universidades públicas por parte de diferentes sectores sociales, aduciendo que los beneficios recibidos por la sociedad no son “comparables” a esos recursos, idea que aún cuando no ha podido resultar en algún tipo de mecanismo de verificación y/o control, si ha despertado cada vez más mayores simpatías entre la población que asediada por diferentes crisis económicas comienzan a cuestionar cada vez con mayor intensidad el mejor aprovechamiento de sus recursos.

El advenimiento de universidades privadas intentó en un principio paliar estos efectos, sin embargo su estrecha relación con medios y grupos industriales llevó a estas a convertirse en centros de capacitación específicos que no ofrecían mayores alternativas que las de la resolución de problemáticas de esas empresas. Su desarrollo se vió influenciado por muchos profesores que intentaron acercar más a estas instituciones con la sociedad en la que se desarrollaban, largo camino que le costó a muchas de estas instituciones años de agitación principalmente en sus cuerpos docentes (ITESM-68, UIA-72, 75) pero que a estas fechas han comenzado a rendir frutos de formas que quizá no habían sido pensadas en su tiempo.

Actualmente muchas universidades privadas, principalmente las más antiguas, comienzan a integrar puentes entre sus cuerpos académicos y la sociedad, buscando con ello una retroalimentación vital que les permita seguir siendo una opción viable, y hasta donde es posible asegurar que sus egresados puedan integrarse de forma competitiva al modelo socioeconómico vigente logrando con ello la legitimación de su existir. Estos esfuerzos se ven en muchas ocasiones limitados por los objetivos generales de los grupos empresariales que las patrocinan, siendo que en algunos casos estos objetivos chocan con el quehacer tradicional universitario.

- Relación social de las universidades

Toda esta historia, tanto en europa como en nuestro país, nos muestra que en la medida que las universidades conserven un fuerte vínculo con el medio social en las que estas se desenvuelven, las mismas adquieren un sentido de pertenencia y legitimación entre las funciones de la enseñanza y la investigación. A final de cuentas, los egresados de estos centros de educación superior tendrán que integrarse a la sociedad al momento de licenciarse y servir de motor para que el sistema económico en el que se encuentran inmersos siga funcionando y con ello generando beneficios que sean aprovechados tanto por ellos como en las organizaciones que están integrados. La investigación con valor social no es aquella a la que pomposamente se le da ese nombre en un esquema de divorcio de las necesidades tanto sociales-económicas-políticas-culturales de la sociedad. Es necesario que todos estos aspectos queden cubiertos con ella, y se convierta en la semilla de nuevos procesos, nuevas técnicas, nuevos productos y nuevas organizaciones que contribuyan a su crecimiento.

La relación universidad-sociedad es un binomio que fácilmente se puede perder en medio de la eterna discusión teórico-académica que unicamente está en la búsqueda del conocimiento sin ninguna relación con el medio en el que ese conocimento debe de ser aplicado. Tratando de romper paradigmas existentes, es necesario cuestionar fuertemente el modelo actual de investigación, en donde el argumento de la autonomía de la institución no tiene ya validez ante los nuevos desafíos sociales y económicos del nuevo milenio.

- Ejemplos de éxito

Ciertamente lo expuesto hasta este momento nos presenta un panorama que puede llegar a ser desalentador al no saber que modelo es el más adecuado a nuestra realidad, o si las mismas universidades serán capaces de romper el paradigma que se ha desarrollado tanto en nuestro país como en el resto del planeta. El hecho de que la problemática económica generada a partir del 2008 haga ver con mayor crudeza las fallas y carencias del modelo socio-económico vigente, hace que sea necesaria una visión más fresca y atrevida de lo que las universidades requieren en su relación con la sociedad y la forma en que puede esta ser influenciada y evolucionada.

Tomemos algunos ejemplos como punto de partida.
Cooper Union for the Advancement of Science and Art, institución de educación superior fundada en 1859 y con sede en New York, fue establecida inicialmente con un fideicomiso privado orientado a la educación de hijos de obreros ofreciento programas educativos en las áreas de arquitectura, ingeniería y artes completamente gratuitos para sus alumnos. En una época en donde la educación tenía y mantiene actualmente un alto costo ya sea para las familias de los estudiantes o para el estado, esta institución fue pionera en el concepto de educación gratuita y hasta la fecha mantiene a la totalidad de sus estudiantes con becas completas en sus estudios. Evidentemente pocos fideicomisos podrían soportar las exigencias económicas derivadas de la operación y el crecimiento de la institución que apoyan, por lo que Cooper Union se ha convertido en un prestigioso centro de investigación aplicada, logrando con ello el acercamiento de fondos tanto públicos como privados que le han permitido sostener su política de 100% de becas y un cuerpo docente investigador de primer nivel que cumple ambiciosos programas de investigación tanto a empresas privadas como a gobiernos estatales y federal. Los resultados de estas líneas de investigación aplicada se traducen en beneficios comunitarios al resolver problemas de urbanismo, por ejemplo, que terminan convirtiendose en normas y leyes para las comunidades que son desarrolladas, o en patentes que son aprovechadas por los patrocinadores de la investigación y la misma institución como copropietaria de ella, generando beneficios directos e indirectos a la comunidad en forma de productos y desarrollo económico asociado a la explotación comercial de ellas. Cooper Union mantiene una tasa de eficiencia terminal del 99% y su proceso de ingreso es quizá uno de los más exigentes de los Estados Unidos.

Texas A&M University es otro caso interesante de analizar. Universidad pública con más de 47,000 alumnos y cerca de 100 centros de investigación, se mantiene como una de las más prestigiadas universidades de los EEUU en varios campos del conocimiento y mantiene una de las cuotas más bajas de la unión americana. Recibe cerca de 250 millones de USD exclusivamente en financiamiento para investigación lo que le ha permitido operar de manera exitosa y muy cercana al estado de Texas, desarrollando líneas específicas que responden a las exigencias socio-económicas de ese estado, en donde ser egresado de la misma conlleva un gran prestigio entre la sociedad y sus profesores están considerados como profesionales exitosos muy demandados para asesoría y consultoría. La orientación específica de esos centros garantiza que exista un contínuo flujo de solicitudes de investigación ya que los resultados de esos procesos se aplican en forma directa e inmediata en la comunidad donde reside la institución.

Rhode Island School of Design es un caso sumamente curioso en donde podemos encontrar una serie de acciones que pudieran servir como parámetro y guía en el rompimiento de paradigmas sobre los docentes. Establecida en 1877 en la pequeña ciudad de Providence, RI, como una escuela técnica para los hijos de pescadores, se ha mantenido como la escuela más importante en su área en los EEUU durante los últimos 20 años. No es una escuela muy grande, con apenas 2200 estudiantes y 350 profesores, ha entendido perfectamente que el requerimiento social de sus profesiones radica en el ejercicio de la misma. Bajo esta premisa, sus profesores de tiempo completo (20 hrs.) deben además de sus grados académicos demostrar una práctica profesional de al menos 20 hrs. semanales. Estos antecedentes hacen que RISD tenga la mejor integración profesional de sus programas académicos con la industria, logrando con ello que sus estudiantes sean altamente demandados a nivel internacional, convirtiendose con ello en el semillero natural de la industria del diseño a nivel mundial.

Ciertamente no queremos pecar de optimistas argumentando que la importación de modelos exitosos por si solos garantizarán una evolución y mejoría de la relación social de las universidades mexicanas, sin embargo es importante observar aquellos casos éxitosos con el objetivo de analizar tanto el contexto como las acciones y con ello desarrollar un modelo propio que permita generar resultados similares en nuestro país.

- Inicios de interacción social de las universidades mexicanas

Lo anteriormente expuesto no quiere decir que en nuestras universidades no se hayan desarrollado acciones y estrategias dirigidas a reforzar su papel en la sociedad mexicana, podemos encontrar muchos y variados casos en donde las universidades han mostrado un auténtico interés para responder a necesidades tanto específicas como generales de la sociedad. La mejor prueba de ello es la gran diferenciación de la oferta educativa existente en diferentes regiones de nuestro país hasta la década de los 80’s, dirigida a responder a las reales necesidades de cada estado y región. El fenómeno de las comunicaciones y la tecnología terminó rompiendo estas barreras y esa diferenciación terminó por perderse a partir de finales del siglo XX.

Otro de los esfuerzos de las instituciones mexicanas fue el establecimiento de centros de investigación que tenían como propósito inicial la generación de conocimiento aplicado a problemáticas locales, de manera que este conocimiento pudiera ser utilizado en la mejora de las condiciones sociales y económicas de la población. Esta actividad, que en muchos de los casos produjo respuestas, proyectos, patentes y procesos que fueron utilizados de forma adecuada por la sociedad, terminó por desvirtuarse ante la creciente demanda de rendimiento académico más que de soluciones a problemas específicos. La necesidad de justificación de presupuestos estatales asignados a las universidades y la falta de rendición de cuentas de esos presupuestos escudados en la autonomía universitaria han convertido la investigación universitaria en una obsolecensia que vive de la búsqueda de temáticas intrascendentes y de poca pertinencia en la sociedad con el único propósito de mantener un grupo de “investigadores” dentro de las nóminas de la misma y dentro de los recursos asignados por las entidades gubernamentales. Prueba de ello la podemos encontrar en los listados de líneas de investigación que por ley deben de publicar desde hace poco tiempo las universidades públicas, en donde al revisar las actividades de los profesores asignados a la misma, destacan actividades que poca o nula pertinencia tienen con la sociedad en donde están implantadas.

Esa creciente desviación de la relación entre las universidades y la sociedad ha terminado por erosionar el prestigio y respeto que durante la primera mitad del siglo XX tuvieron tanto las instituciones como sus docentes, profesionales que partían de una base de ejercicio profesional reconocido que los convertía en modelos a seguir por parte de sus alumnos como especialistas a quienes acudir por parte de la sociedad para la solución de los problemas específicos que se presentaban. En la búsqueda de la “profesionalización” de la docencia universitaria se sacrificó el ejercicio profesional en aras de la capacitación docente y se le exigió a este docente, que no siempre tenía la vocación de investigación, a realizar este proceso, muchos de los cuales han resultado en temáticas alejadas de las necesidades de la sociedad.

¿En que ha resultado todo esto?, en docentes que tienen un mínimo de experiencia profesional en su campo y por lo tanto son incapaces de enseñar lo que Donald Schön definía como “el arte profesional”. Ese arte que le permite al profesional entender en que forma y en que momento debe de aplicar su conocimiento técnico y de que manera ese conocimiento impacta a la sociedad en la que trabaja. Entender el como el desarrollo de su actividad profesional impacta a las personas a las que sirve y de que manera puede actuar ante escenarios de poco tiempo y alta presión. Definitivamente no existe el “actuar social” como una derivación de la actividad profesional de la persona, puesto que desde el momento que esa actvidad se realiza dentro y para una sociedad, independientemente de sus fines económicos, se convierte en una acción social.

- Visión a futuro

Los tiempos actuales demandan una nueva visión de las universidades en su rol con la sociedad, no basta con tomar a los elementos de la misma y “educarlos” en un proceso de conocimiento técnico o de pensamiento filosófico que va dirigido exclusivamente al desarrollo del intelecto. Es necesario la búsqueda de nuevas formas de interacción de esos profesionales con la sociedad que les da cabida y a la que deberán de integrarse al momento de terminar sus estudios.

No es posible seguir con el modelo actual en donde al profesor universitario se le exige desarrollar investigación, cuando es evidente que no todos tienen esa vocación o formación académica. Sin embargo, regresando un poco al concepto napoleónico universitario, el profesor debe de ser alguien que no solamente enseña… sino que además enseña a hacer, y la mejor manera de hacerlo es haciendolo él mismo.

El modelo de profesor de tiempo completo se encuentra desvirtuado ya que además de sus horas clase, se le exige tiempo para trabajo administrativo, trabajo institucional, preparación de clase, evaluación de cursos y entre todas esas actividades deberá de encontrar tiempo para desarrollar investigación que pueda ser publicada en cuanta revista especializada lo permita, todo ello sin dejarle tiempo para el ejercicio de su profesión en la que se supone que está altamente calificado, pero que sin esa práctica termina por enmohecerce y obsoletizarse.

Ante un salón de clase, el docente universitario se enfrenta al proceso de desarrollo de respeto en tres niveles; el primero de ellos es que le otorga la educación básica que el alumno tenga desde su hogar, el respeto de persona, el segundo es el nivel de respeto “autoridad”, obtenido exclusivamente por tener el mando del salón de clases y la evaluación final de los alumnos, y por último, el más difícil de ellos, el respeto profesional que es otorgado por los alumnos los cuales reconocen en él al experto que debe de ser un modelo a seguir.

Sin la práctica profesional y bajo los tiempos de crisis de modelos a seguir que presentan nuestros tiempos, ese tercer nivel de respeto se vuelve algo muy difícil de obtener (y digo obtener porque es dado por los demás).

Esta práctica profesional podrá orientar de una mejor manera los centros de investigación en procesos que vayan más allá de la investigación pura, y que comienze a desarrollar líneas que respondan a las necesidades específicas de las organizaciones que rodean a la institución, tanto en contenidos como en métodos.

El desarrollo de programas de incubadoras de empresas deberá poder encauzar las inquietudes propias de los jóvenes y de las mentes inquietas de profesores valorando sus propuestas y proporcionando los apoyos básicos tanto de infraestructura como de asesoría profesional para el desarrollo de las ideas generadas en las aulas y las discusiones grupales. Sin embargo este modelo que ya existe no podrá funcionar si quienes asesoran a los estudiantes carecen de la visión dada por el ejercicio de su profesión y la vivencia exitosa de la generación de riqueza asociada al mismo.

Y sobre todo, un nuevo profesor, más orientado a su ejercicio profesional que le redituará tanto el estatus de modelo a seguir por parte de sus alumnos, como el de asesor profesional para la comunidad dentro de su lína de conocimiento. Volvíendolo un activo importante tanto para la universidad como para la sociedad. Ese profesor que durante los últimos años las instituciones se han preocupado más en preparar en su actuar como docente descuidando con ello su actuar como profesional, que sea reconocido por la misma sociedad donde trabaja como un claro ejemplo de responsabilidad y docencia, y que sea el modelo a seguir por parte de los jóvenes que transitan por las aulas de las universidades en un mundo donde los modelos tradicionales han perdido su influencia y peso.

- Conclusiones

El desarrollo de la competencia profesional permitirá a las instituciones de educación superior tener una visión mucho más cercana de los requerimientos de la sociedad en los campos de conocimiento que imparte y podrá responder de una manera más eficiente ante estos retos. Esa competencia profesional no puede ser desarrollada exclusivamente con la formación académica y los grados obtenidos por los docentes, ni con cursos de capacitación o actualización profesional y/o tecnológica asociada a su área de conocimiento. Exclusivamente la práctica contínua la puede otorgar, por lo que el mayor paradigma de este tiempo, el profesor de tiempo completo, deberá de cambiar buscando en otros modelos exitosos los puntos en común que puedan ser ajustados a nuestro entorno socio-económico.

Aún cuando las instituciones de educación superior han desarrollado modelos y procesos que buscan el mayor acercamiento entre ellas y las sociedades, estos modelos deben de responder principalmente a las necesidades de la comunidad y no a las de la universidad, so pena de seguir en la misma línea etnocentrista en la que se encuentran en la actualidad.

Ciertamente el conocimiento y la impartición del mismo debe de ser dado por quienes se dedican a la docencia, pero es necesario incorporar de mayor forma y con mayor peso a externos a los claustros dado que las relaciones sociales son mucho más complejas que en la época napoleónica. No es posible seguir desarrollando burocracias docentes y académicas al ritmo que nos encontramos ya que tarde o temprano la universidad perderá el contacto con su contexto social y podrá ser substituida por otras formas de organización que mejor respuesta le den a ese contexto.

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