Resulta necesario que las universidades revisen el actual perfil de sus planteles de docentes de diseño para no repetir un error pedagógico evidente.
Es bastante conocido que durante los inicios de la profesionalización del oficio del diseño, hubo una gran pléyade de diseñadores que entre su vocación existía la docencia. Hitos de la educación del diseño como Renner, Gropius, Itten y Moholy-Nagy son ampliamente reconocidos tanto en la academia como en el ejercicio de su profesión como visionarios y ejemplos a seguir. En tiempos más recientes, nombres como Carson, Chaves y Werner, siguen los pasos de estos precursores tanto en los países líderes, y también en otras sociedades que apenas comienzan a vislumbrar el aporte que la disciplina entrega a los procesos comerciales e industriales. Sin embargo al observar lo que sucede en nuestras escuelas de diseño, no podemos pasar por alto que algo grave está sucediendo. Cada año egresan una gran cantidad de diseñadores en todas sus ramas pero, sin embargo, su impacto en la sociedad no es visible, y por si fuera poco, se escuchan incontables quejas de esos graduados sobre el poco aprecio que esas sociedades tienen para con el diseño. ¿Hemos perdido el rumbo en cuanto a la forma de enseñar diseño? Al mirar hacia el pasado personal, reflexiono sobre el tipo de enseñanza y sobre los profesores de mi instrucción en diseño gráfico, hace más de 25 años. Básicamente esa enseñanza tenía dos grandes características; la primera era que los diseñadores éramos preparados para todo el campo de diseño, quizá en esos tiempos el propio campo de acción de la profesión era mucho más acotado, o quizá las herramientas con las que contábamos eran tan básicas y manuales que permitían que la técnica (tekné) de nuestra profesión pudiera ser aprendida en un período de tiempo muy corto, por lo que se disponía del tiempo para aprender y practicar todas las ramas de la profesión; y la segunda, en la planta docente que nos preparó había arquitectos, diseñadores gráficos, diseñadores industriales, comunicadores, artistas gráficos, técnicos en artes gráficas, mercadotecnistas, la gran mayoría de los cuales tenía algo en común: la docencia era para ellos una actividad paralela a su actividad profesional, de manera que quien llevaba, por ejemplo, la materia de Diseño V, (publicaciones o diseño editorial) era un técnico en artes gráficas cuyo desarrollo profesional orbitaba alrededor de la publicación e impresión de libros y revistas, o en el caso de la materia de Medios Audiovisuales (multimedia), la docente tenía su propio negocio de presentaciones audiovisuales y sus clientes eran algunas de las empresas más importantes de la ciudad. Sin embargo… ¿qué sucede hoy en la enseñanza del diseño? Tan solo en México, se estima que el 50% de los egresados de la carrera de diseño gráfico trabajan en algo relacionado a su profesión1, y del resto un 80% no ejercerá nunca el oficio para el que se supone fue capacitado. ¿Es esto aceptable en un país como el nuestro en donde tan solo el 5% de los estudiantes de primer ingreso a primaria lograrán terminar una carrera profesional?2, ciertamente, no. Si disponemos de algo de tiempo, y nos dedicamos a revisar los sitios web de universidades mexicanas que ofrecen la carrera de diseño gráfico nos daremos cuenta de algunas cosas que se repiten: Todas ofrecen desarrollar habilidades y competencias que harán del egresado un experto en el medio laboral. La gran mayoría basan su modelo educativo en el taller de diseño. La planta docente es desconocida en la mayoría de los casos, y cuando un interesado pregunta, las respuestas invariablemente dicen: «jóvenes, con gran talento, con alta experiencia profesional», lo cual en si resulta inquietante ya que si esos docentes son de excelencia, ¿por qué no son enlistados por las universidades? En aquellas universidades que se atreven a enlistar una planta docente, el mayor énfasis de información va hacia sus grados académicos. Excelente… pero, ¿y sus portafolios profesionales? Resulta sumamente inquietante darnos cuenta de que en nuestro país existen registradas algo más de 300 instituciones de nivel superior que ofrecen la carrera de diseño gráfico3, por lo que estableciendo arbitrariamente una planta docente mínima de 20 profesores en cada una de ellas, tenemos alrededor de 6.000 docentes de diseño gráfico, de los cuales tan solo un puñado sabemos quienes son, y qué han hecho profesionalmente en su área. Si hasta este momento he logrado inquietarte sobre quien enseña a los futuros diseñadores de nuestro país, creo que voy por buen camino. Por otra concepción del docente de diseño a tiempo completo En diferentes universidades en donde he tenido la oportunidad de colaborar o de ser recibido para responder mis inquietantes, y en ocasiones, incómodas preguntas, me he encontrado que por lo menos en México, un docente de tiempo completo lleva su carga de trabajo dividida más o menos de la siguiente forma: 25 horas a la semana para docencia, y 15 horas para actividades generalmente administrativas relacionadas con la academia y proyectos institucionales. No tendría ninguna objeción hacia esto si no existieran los hechos relatados con anterioridad sobre lo que hacen nuestros egresados. Ciertamente algo no está funcionando como debiera. Si observamos algunas de las instituciones de educación superior que son reconocidas a nivel mundial como las mejores en el campo del diseño gráfico (Rhode Island School of Design, por nombrar una) encontraremos que la concepción del profesor de tiempo completo es muy diferente a la nuestra, y nos obliga a replantear lo que debe de ser este tipo de docente: Su tiempo en la institución por semana, es de 20 horas. El ingreso de un docente nuevo, debe de ser consensuado por la academia. Aún cuando se considera de tiempo completo, el docente debe de demostrar que las 20 horas restantes de la semana las dedica al ejercicio profesional. Si no puede justificar ese ejercicio profesional, pierde su calidad de docente. Aún cuando el nivel de sueldos no es comparable con el de nuestro país, un docente de dicho instituto debe su fuente de ingresos más importante al propio ejercicio profesional. ¿Hacia donde queremos llegar con esto?, ciertamente a revisar el modelo de docente que imparte clase en nuestras instituciones, sobre todo el docente de tiempo completo, quien debe ser, por antonomasia, el modelo profesional que los estudiantes de diseño deberían seguir en su formación profesional. Rompiendo el paradigma… ¿qué hacer? Ciertamente existen una gran cantidad de aparentes limitantes tanto legales como culturales que dificultan el concepto del nuevo profesor de tiempo completo, sin embargo, aún cuando pudiera parecer completamente extraño, este modelo de docente de tiempo completo no es desconocido en nuestro país. Existen experiencias entre los docentes de medicina y derecho, por dar algunos ejemplos, en donde queda completamente claro que no es posible asignar determinadas áreas de la educación de profesionales a docentes con poca o nula experiencia profesional vigente, y aún así no es nada raro encontrar en esas escuelas docentes que son ampliamente reconocidos por su trayectoria profesional vigente, amén de los grados académicos obtenidos por ellos. Mi propuesta de docente de diseño gráfico de tiempo completo busca romper esa inercia que se ha venido dando en nuestras universidades en los últimos 20 años, que le ha dado más importancia al grado académico que al ejercicio profesional. Por lo tanto, ¿cuál es el perfil del docente de tiempo completo de diseño que proponemos? Profesional del diseño, con ejercicio actualizado y vigente. Experto tanto académico como profesional de su área. Actualizado en pedagogía y docencia. Modelo profesional a seguir, con reconocimiento de sus pares profesionales. Nuestro docente de tiempo completo debe de ser alguien cuya práctica profesional sea el eje central de su aportación a la enseñanza del diseño, por lo menos en aquellas áreas en donde esta sea el elemento más importante de transmisión de esa experiencia. No podemos olvidar que existen muchos docentes que tienen una inclinación mucho más marcada hacia la investigación pura, lo cual no es de ninguna manera una limitante para su actividad de enseñanza, sin embargo debemos de orientar este tipo de docentes hacia otras materias en donde su cúmulo de conocimientos le sirva al estudiante para reforzar la argumentación de todo proyecto de diseño. Pero los talleres de diseño son el mejor ejemplo del tipo de curso en donde la enseñanza del maestro, y su habilidad y arte en el ejercicio profesional son mucho más evidentes y por lo tanto constituyen la piedra fundamental de el proceso de enseñanza-aprendizaje del diseño.